Y ellos que saben
y dicen que no puedes,
y dicen que no haces,
y, ¿ellos que saben?
¿Y será que vivieron lo que viviste?
¿Será que no te conocen?
Surgen ideas, pero las callas,
sabes cosas, y de nuevo, callas.
Debes callar porque te callan
y si supieran lo que hacen,
te dirían lo mismo.
Se creen saber todo
y tú sabes algo… ¿Quieren saber?
No, nunca oyen, si fuera así,
no sería lo mismo.
Palabras surgen y tu callas
porque callar es ahora la verdad.
Tantas veces se calla,
tantas veces no se oyen
y sí te hacen escuchar,
lo sé, debemos escuchar,
pero…
¿Ellos escuchan?
No, lo sé.
Sabemos.
Tienen tantas cosas,
según ellos, que decir,
pero dirán.
Cuando hablan,
tienen tantas cosas que decir
y escuchamos, ya sabemos,
soportamos.
En esta vida, se tiene
que escuchar tanto
y es bueno, pero…
¿Ellos que saben?
Si pueden decir se oirá,
y dicen tanto, tanto
y de tantas formas,
pero aún me pregunto:
¿Y ellos que saben?
¡Ellos que saben de mí!
Creo que ese bloqueo de los que se creen adultos ha creado una especie de separación entre los niños y los adultos soberbios y por resultado, se ha generado mucha violencia e incomprensión por ambas partes. ¿Cómo puedes esperar que alguien te escuche si tu no prestas tu oído al que deseas te comprenda?
Ahora bien, cabe destacar que muchas veces los niños saben cosas que los adultos olvidamos y creemos conocer bien. Tengan cuidado, que a veces la sabiduría viene de aquel que calla, como esta niña que fui… ¡Cómo fue que se dio cuenta que callar es la verdad! Lo olvidé por tanto tiempo y después de mucho analizar lo comprendí, pero si hubiera tenido mi mente abierta para escucharme como una niña libre de tantos prejuicios y ataduras a lo que se dice es la realidad…
¿Qué sería del mundo si los niños tuvieran más confianza en si mismos y no taladráramos nuestras ideas tradicionales en sus mentes limpias y sanas? Ya veremos.