El Móvil
una unión llena
de un instante de vida,
el de enfrente
no recuerda
al peluquero,
aquel azul trillado
y antigua contradicción
en la faz.
Veo al que dirige,
tiene en sus manos metálico,
papel y tonada,
olvida el destino
y con voz en los ojos
deja a lado
la decisión
con la guía
en su horizonte,
rosas en el espejo,
hojas blancas
se reflejan
en el trayecto
diseñado por el civil.
Se fue el hombre
hecho de canas
con los ojos perdidos,
mirada baja,
recuerdos en bonanza,
el dolor dejando
en el cambio del reloj
entre ayer y hoy.
A empuje de la inercia,
me levanta la alerta,
se busca
en este encuentro anaranjado
la traducción al sonido jandante
del móvil al apretar la senda.
Entre miradas perdidas
me encuentro ahora,
sus ojos con posible dueño
reposan en el exterior,
pensamientos retumban
como erupciones
en días trillados.
Ahora fui yo
quien los dejó,
no sería yo,
ni él,
ni siquiera aquel
embalsamado de rosas
sino del metálico sonante,
envuelto de arena fina
y graciosas vocedades.
Siguiendo el ciclo templado,
ofrece su pertenecer
con el roce oxidado
de su olvidar.