Velando un ángel
se festeja mi cortejo,
la vestimenta se perdía,
bajo gloria,
debajo lucha
se enterraba
tu bostezo.
No hallaba el velorio,
mi alentar estaba envuelta
de transitar
coloreando el paso
del ángel velado.
Fantaseando
con el viento,
llego con tu amante,
buscando penetrar
la fuga del arcoiris
en el hueco creado
por la atrición
en su fantasear.
La historia del serafín
se dibujó con la dilución
de la verde roseta,
el azul empedrado,
rojo cabrito,
alzando la ventisca, en popa.
El romance
se encontró reflejado
por el despintado
despiste sutil,
energética lluvia
derrama mis despedidas,
sueños sobre la esmeralda.
Rodeándose de aurora
la pareja parecía boyante,
se irradiaban
voces en desuso,
de aquellas conquistantes,
invasoras del desvelo,
en el dúo.
El reloj parpadeaba,
regresaría el día dormitado,
habitando el alma cosechada
pendiente
de la resonancia ferviente
en nuestra piel.
Sí, éramos nosotros
albur del amor,
carecerte se convirtió
en mi anochecer.
Taladrando la lasitud,
dejo tu voz en el asiento,
la noche gobernaba
nuestra desidia,
fumando el abandono,
concretando nuestra realidad,
conocíamos los rosales del amar.
Decidimos dejar el espíritu
en el descenso,
sabíamos el desafío
dormíamos en sábanas de soledad.
Descubrimos ella,
no eras tú,
ni yo,
éramos nosotros
envueltos en el otorgar.