Mi alma perdida
la muerte duele menos
que el ardor fogoso del olvido.
El viento sopla, deja las llamas ardiendo,
quemando mi cuerpo desdeñado,
duele menos el ardor del fuego
que el hielo punzante del memento.
Se escurre por mi cuerpo el veneno ahogado,
Mis ojos llorosos pendientes del mar escarlata de mi dolor.
La fuerza de la muerte viviente desgarra,
sí, proclama una prisión más profunda, más ahogada,
en ese mundo lleno de sangre desdeñada,
viendo el derrame del sol quemando mi eterna alma,
mi perdido espíritu.