Bi-Ser del amanecer
El hombre se sentó en la acera mientras cae el amanecer para poder ver lo que los demás ignoraban como un antropólogo del futuro investigando las razones por la cual la humanidad se volvió un mecanismo idiotizado por su deseo de encajar. ¿Encajar? Sí, en ese enfermo ciclo de querer saber, ¿qué hacemos bien?, sin escuchar lo más íntimo de su propio conocer. Y si lo viéramos con detenimiento, veríamos que ese hombre era también una mujer. Le decían hombre porque su pelo era corto y su género ambivalente. ¡Cómo ser sólo un hombre si su naturaleza es de origen dudoso! Con ese pensamiento nos acercamos a aquel ser, aquel que es mujer y hombre al mismo tiempo, aquel del futuro, aquel viviendo en nuestra imaginación, aquel que no comprendemos por estar en ese camino a la mecanización. El hombre y mujer con experiencia milenaria me mira a los ojos y me desnuda. Sabe quién soy y a donde iré, y por ello le pregunto:
El Bi-Ser del amanecer me contesta violentamente como si lo hubiera insultado:
Sabía que aquí había una contradicción porque mientras me decía que no existían maestros, me daba una lección. ¿Qué hacer? Esa era exactamente la verdad, la contradicción. Ni aquí, ni allá, ¿entonces qué? Si no hay verdad, pero si la hay y no la hay, ¿qué será la verdad? En ese instante, ese que parecía material y cuyo olor podría percibir se desvanece para no influir más. Lo que recuerdo es un sueño, pero la realidad de la experiencia hace eco en los rincones de más dormidos de mi cerebro. ¿Cuál es la verdad? Golpea sobre mi conciencia el sonido de una bala que atraviesa el pasado y engaña al futuro, sólo queda este instante donde pierdo el conocer de lo que soy y parece que morí. Pero si morí… ¿Quién es éste que narra este cuento?
¿Existe el hablar en el silencio?
Cuqui Lugo dice:
Hermosa verdad. Su base filosófica es amorosamente profunda; dictámenes de un reconocer la verdadera esencia de lo que somos.
Gracias.