En el hambreate extranjero
de esos de aire fresco
perfumado de blanco,
nieve topaba mi cielo
de tonada verde,
se mueven los tiempos,
embajada con granada,
suelta el río
al anochecer y luz,
temblando el aroma
a mi existir.
Aquel inhóspito
derretía el pensamiento
en noches desoladas,
el triste intento,
creyendo,
luchando,
perpetuando,
la fábrica contenía
las almas de esperas,
duele el invierno,
el palacio desmedido,
enviciado por ti.
Sin visa pendiente,
con imperios dorados,
empieza la carrera,
al cosechado,
al combatido,
al perfumado,
sonriente canción,
otorgo al extranjero
el alma abatida,
llena del doliente,
llena de ti.
Es ávido,
el etéreo
fabricante
de ánimo nativo,
dormitando la calma,
cae el ocaso,
yendo al extravío,
muriendo en la decaída,
llena de maluco,
llena de mí.