Gigante emplumado
¡No hay marcha atrás! La realización de ser uno se forma cuando no hay desintegración, sólo diferencias en visión que exaltan nuestra graduación. Esa forma de observar que nos afina la percepción porque nos acerca a la verdad, cuna de la libertad.
Mi pueblo, sangre de mi sangre, ya has llorado tanta impotencia, que me vuelvo las venas exaltadas de tus ojos embriagados de carmesí, me suelto en sal granulosa y me derramo hasta tus pies. Y así, nos volvemos el mismo suelo, piedra sagrada, que nos dio a luz en esa verdad de Izta-Popo-rugir que está en nuestro mirar, ¿será porque el gigante de plumas doradas despertó? Y si es así, que las plumas, tintadas de color esencia-del-ser, engrandezcan con sus voces a la danza ancestral y callen el cascabeleo del corrupto, esa sombra que aún no está dispuesta a amar. Y si es así, que tiemble la tierra que el gigante caminará sobre las espinas del que aún no le sabe cantar a los cerros, a los arroyos, a las flores de nochebuena, a los cenzontles, a los aguacates, a los soles, al mismo ser que somos al amar. Y si es así, que a cada paso del gigante emplumado retruenen los relámpagos que encienden a la Noche Triste, cuyas gotas de alivio sean el Agua Nueva de nuestro honesto actuar. Y si es así, que se ensanchen los ríos secos de tanto duelo porque el tiempo de alabar a la voz del justo que nutre a la verdad, puente que nos une a la eternidad, ha llegado. Y sí es así.