Invisible al egoísta
Somos invisibles
ante los ojos del egoísta,
nuestras palabras se disipan
como lo hace la llovizna
ante la luz del sol
cuando ha de amanecer
y todo parece comenzar
cuando en realidad
está falleciendo.
Observamos el inicio,
pero desechamos el final
como si tuviéramos miedo
a encarar lo que inevitablemente
nos dejó nacer.
Si fuéramos visibles,
¿nos veríamos?
Es como si colocáramos
un velo sobre lo verdadero
y en pretensiones tocáramos
una melodía que durmiera
nuestro razonamiento,
sosteniendo en la mano
a la inocencia en signo de victoria.
¡Cuánto hemos de caer!
¡Cuánto más dolor hemos de causar
para vernos, encontrarnos y escucharnos!
Si abriera los ojos al amor, ¿me vería?