La florada de estrellas
En tiempos de guerra, es más fácil cerrar los ojos y mirar hacia donde no hay dolor. Y cuando uno se ve forzado a mirar, ya sea por empatía o confrontar la pérdida de alguien que uno ama, las lágrimas reprimidas por años de guardar silencio explotan. Esta explosión representa la liberación del ser, un comienzo que nos puede ayudar a liberarnos de las cadenas de la irresponsabilidad.
El abrirse es dejar la vulnerabilidad a flor de piel. Ahora bien, después de estar abiertos a este dolor y siendo capaces de sentir con intensidad, ¿qué sigue?
Estamos llorando,
puedes oír a los muertos como luces en el aire
flotando al universo
e iluminando nuestro camino
para que alcemos nuestra mirada
a la verdad.
Estamos llorando,
nuestras lágrimas son raíces que se amarran a la tierra,
buscando una salida
a tanta impunidad
entre piedras y pavimento mojado
por el dolor.
Estamos llorando,
nuestros gritos no alcanzan a nuestros muertos,
aflorando debajo de nuestra piel
un manto de rosales iluminados por paz
que cubrirán nuestro camino
hacia ellos.
Estamos llorando,
el día de este muerto aún no ha llegado
sufro por estar sin ti pero cuando duermo,
me voy a las luces que flotan en el universo
y me nutro de su esencia,
su amor estrella.
Las lágrimas se secan al alimentarme de claridad,
mis ojos se fijan al infinito, y es ahí, en donde
el delirio color humilde ante tanta impotencia
viene y sana mis heridas,
¿por qué me escondí
entre tanta decadencia?
Y le observo,
le veo ojo a ojo, diente a diente, espejo a espejo,
penetrando hasta el lugar donde los nombres se disipan
para unirme de frente a la vida como si no hubiera tiempo,
no era el tiempo.
El tiempo es pintura deslizándose,
colores en tránsito, bocetos sin llegar a su destino,
que se doblan y desdoblan, desdoblados
se doblan otra vez
para reencontrarse
con el centro
de su ser:
Libertad en una lagrima que se despide de ti,
que se va, que ya se fue, que se despide
para que logres despertar sobre las flores
que nacen del vientre del que se te fue.
Ahora observando más allá de mi dolor
sé que cuando el tono de tormenta ensordezca
observaré al árbol que sigue de pie,
al río que se deja engrandecer,
al pájaro que sabe guardarse,
a la tierra que sabe nutrirse,
al perdido que encuentra refugio,
al desdichado que encuentra en su derrota
algo más que una tormenta,
su despertar.
