Manchada batalla
sofocaba los aires de esperanza,
nos confiaba la condena,
como si fuera nuestra.
Descubriendo ese descenso de la luna,
cada marchitado tiempo
saborea la tinta escarlata esparcida
buscando remembranza.
¿Será un sueño o la realidad
que corroe mis arterias?
Se ve al juicio tendido,
en una batalla amorfa,
donde yo decido
la corriente del desvelo
y la guerra se deshilachaba,
mi voz se concentraba
en el río de piel desgarrada.
Pocas lágrimas lavaban el suelo escandalizado
por el dolor ardiente,
concediendo gotas de amor alentadas,
sí fui yo,
el que lloraba.
Veo el viento azotando
las puertas de mi alma
entre suspiros y gotas secadas
llenando mis pulmones
de aliento brioso.
Se secaron,
vino la fuerza de un corazón alentado,
después del ejército sangriento,
los gritos en ahogo,
los sueños a la baja
y las nubes en mis ojos
preparando aquel cielo mojado
al derramar ese último encuentro,
permitió recordar el sufrimiento
de todo aquel soldado
envestido de roja locura,
y al paso del reloj limpiar lo visiblemente manchado,
con el alma en todo de consuelo,
con el cielo cantando aquel himno alegre,
sin importar el rey,
al fin, el fin.