No cesa de llorar

No cesa de llorar

La misma lluvia de ayer, 
		cae sin preguntar,
		sin pedir permiso, 
						s
						ó
						l
						o 				lvídame

						c     			ondéname
						a
						e
						.
						.
						. 
El cielo deja de contener 
						s
						u
						s 

						l
					á
				g
			r
		i
	m
a 										 léjate
	s 			
		y no se digna 
		ni a mirarnos. 

Heme aquí debajo de tus lágrimas, 
lloro soledad, lo que tengo en mí 
son los sueños olvidados del cielo 
que no cesa de llorar. 

Mi pelo deja de tener color, 
se lo llevan las lágrimas
que suspiran por un ramo de paz. 

Se lo roban de mi pecho, 
se lo llevan al recuerdo, 
esas ideas que nunca se tocan,
pero retumban debajo de la piel,
esa que oculta el dolor,
pero que en sombras lo comparte. 

No se puede olvidar tanto dolor.   

Son los recuerdos que trae, 
si pudiera llorar sin ellos, 
lo haría, pero moriría 
al instante, ¿cómo pensar? 
y sin poder soñar más, 
sería misma la soledad. 

Por eso reservo en mi corazón 
un poco más, una ilusión más,
no te lo robarás otro tanto más.

Nunca obtendrás más lagrimas 
de las que te puedo ofrecer. 

Cada vez me canso otro tanto 
de la tristeza que secuestra,  
la que encuentra en el grito
un último recurso para ser
escuchado como esperanza 
de los seres desdichados 
que a veces, sólo a veces,
vuelven a llorar después 
de perderse en el gritar.

Atrapado, en el vicio, 
del querer y no tener, 
del sentir y no vivir, 
del ser y no entender,
miro otra vez al cielo.

Se ven los árboles suspirar, 
sus brazos no cesan de alabar, 
nacen sin sufrir de soledad
porque sueltan su voluntad. 

Las luces rojas se apagan, 
es que han dejado de sufrir, 
por más pequeño que parezca 
este instante está, y éste 
así, nunca volverá igual. 

Cuando la fuerza que derrochas 
		se olvida del hoy, 
este presente que se nos escapa, 
		no cesa de llorar;
es que no se puede observar 
		con dolor en el pensar.  
		 
Por eso si algo recuerdas, 
que sea lo que se escurre 
desde las montañas del verbo,  
la libertad de soltar 
para que el río sea 
tragado por la tierra, 
y olvidada sea una vez más, 
porque sabemos lo que le da 
la entereza al existir: 

Un pedazo del cielo, 
con ojos a lo verde, 
sin color en mi pelo, 
con lágrimas calladas, 
sin un dolor en el pecho, 
				todo se alaba, 
				tanto alcanza, 
resplandece en el horizonte 
como viento a la expectativa  
de un corazón que guarda 
lo que nunca se puede robar,
la atención a este presente
aunque no cese de llorar, 
						soy vida. 
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