No cesa de llorar
Lina Ru
No cesa de llorar
La misma lluvia de ayer, cae sin preguntar, sin pedir permiso, s ó l o lvídame c ondéname a e . . . El cielo deja de contener s u s l á g r i m a léjate s y no se digna ni a mirarnos. Heme aquí debajo de tus lágrimas, lloro soledad, lo que tengo en mí son los sueños olvidados del cielo que no cesa de llorar. Mi pelo deja de tener color, se lo llevan las lágrimas que suspiran por un ramo de paz. Se lo roban de mi pecho, se lo llevan al recuerdo, esas ideas que nunca se tocan, pero retumban debajo de la piel, esa que oculta el dolor, pero que en sombras lo comparte. No se puede olvidar tanto dolor. Son los recuerdos que trae, si pudiera llorar sin ellos, lo haría, pero moriría al instante, ¿cómo pensar? y sin poder soñar más, sería misma la soledad. Por eso reservo en mi corazón un poco más, una ilusión más, no te lo robarás otro tanto más. Nunca obtendrás más lagrimas de las que te puedo ofrecer. Cada vez me canso otro tanto de la tristeza que secuestra, la que encuentra en el grito un último recurso para ser escuchado como esperanza de los seres desdichados que a veces, sólo a veces, vuelven a llorar después de perderse en el gritar. Atrapado, en el vicio, del querer y no tener, del sentir y no vivir, del ser y no entender, miro otra vez al cielo. Se ven los árboles suspirar, sus brazos no cesan de alabar, nacen sin sufrir de soledad porque sueltan su voluntad. Las luces rojas se apagan, es que han dejado de sufrir, por más pequeño que parezca este instante está, y éste así, nunca volverá igual. Cuando la fuerza que derrochas se olvida del hoy, este presente que se nos escapa, no cesa de llorar; es que no se puede observar con dolor en el pensar. Por eso si algo recuerdas, que sea lo que se escurre desde las montañas del verbo, la libertad de soltar para que el río sea tragado por la tierra, y olvidada sea una vez más, porque sabemos lo que le da la entereza al existir: Un pedazo del cielo, con ojos a lo verde, sin color en mi pelo, con lágrimas calladas, sin un dolor en el pecho, todo se alaba, tanto alcanza, resplandece en el horizonte como viento a la expectativa de un corazón que guarda lo que nunca se puede robar, la atención a este presente aunque no cese de llorar, soy vida.