Le hablo al tiempo y ellos creen que soy viejo

Le hablo al tiempo y ellos creen que soy viejo

Tiempo, ¿dónde está?,
 a veces dice moverse, 
 pero no lo hace. 

Tiempo, llama y olvida,
 no le importa. 

Tiempo, cara y cruz, 
 no sabe soñar conmigo.

Tiempo, me ha dicho
 que no quiere venir conmigo, 
 pero lo hace, 
se viene.

Tiempo, ¿dónde queda la ilusión?
 ¡Dime, tiempo! ¿Qué haces? ¿Qué harás?
 ¿Moverás al destino y me dejarás?

¡Dime, tiempo! Y si quieres, no,
 pero acuérdate de que estoy ahí, 
 por fin al pendiente de ti. 

Si tú a mi lado estás, sin hablar, 
 dime que que aún soy válido, 
 acepta que si estoy contigo
 es porque me das a respetar.

Al menos tú respétame, sentado aquí, 
 con las manos sobre mis piernas,
 mientras te veo, tiempo,  
 en mis arrugadas manos.

Te vi cuando cruzaste mi camino y me dijiste 
 que alguna vez tendrías que pasar
 por aquí, pero no te creí 
hasta que me vi así. 

Verme así, sólo en esta silla, 
 y a mi lado, mi enfermera, 
 quien cree que soy viejo, 
 sin saber que ella
 pasaría por lo mismo,
 sin saber que ella 
 estaría en el mismo 
 lugar, en otro día, 
 sin mí, pero sola
 como yo, y a su lado, 
 otra persona como ella.

Recuerdo que… Escribí­ este poema caminando por mi colonia y a través de una reja se veí­a un hombre de avanzada edad y su enfermera. La tristeza de este hombre era sobrecogedora, de tal forma, que en un pedazo de papel escribí­ un poema totalmente devastada por la imagen que la vida me presentaba. Es increí­ble haber encontrado este papel pequeño donde describí­ lo que el hombre podrí­a sentir en el silencio de su alma.

En fin, espero dar a reflexionar sobre la gente de edad avanzada que muchas veces, si fuéramos ellos, no les harí­amos lo que hacemos. Ellos siguen su vida con la esperanza de ser escuchados y sobre todo valorados. Y sí­, comprendo, a veces no dicen nada productivo, ya que hay hombres y mujeres que no viven para buscar la sabidurí­a, y siembran a través de su vida odio, rencores y egoí­smo, pero a veces… Se esconde ahí un tesoro que no habla, sino hasta que se les pregunta lo correcto, hablan. Los adultos sabios, callan, ¿Qué esperan para preguntarles lo indicado y hacerles hablar? ¿Acaso sabremos escuchar? ¿Acaso serás un sabio cuando te vuelvas mayor? ¿Trabajas para ti o para los demás? Y así­, te diré lo que vivirás. ¡Piénsalo! Nota escrita en el 2009.

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