El cuento fabricado

El cuento fabricado

Se fabricó en la tierra un cuento
el dí­a que te conocí­,
ese que no deja que me mude,
se alcanza a mirar hacia atrás
para verte otra vez en el camino
de ese libro que tuve
que encontrar en mi camerino.

Eres el que toma la pluma
cambiando las frases ya escritas
en nuestro caminar,
no es el que sueña el que vive
sino el que vuela para vivir.

Yo volé, quizá no viste
cuando te quiso tomar de la mano y vivir,
pero caminaste y ahora estas sin mí­,
viviendo lo que se dice ser vida.

Sí­, lo sé, prefieres caminar,
nunca tomaste el vuelo como tu fascinación,
prefieres el suelo sostenga tu corazón.

Y es ahora que tengo entre las nubes
el poder de mirar hacia donde está las huellas
dibujadas por tus pies desnudos,
más culpables que mis alas.

Es en ese desaste que llegué a conquistar
al tiempo en la tierra donde te conocí­,
donde hallé ese cuento chalado
que ahora parece completar
la última página en su eterno piélago.

¿Será que no era cardinal
tanto amor exhalado
por las venas adulzadas
por el invierno?

Ahora, todo pierde importancia,
lo que tanto imaginabas para escribir,
lo que buscabas en las noches blancas
perdió obscuridad, se volvió el viento
tu timón, no es triste,
es sólo un vuelo perdido
y tú otro terrestre
más en el suelo de todos los dí­as.

Terminé viviendo en el universo de tus ojos
hasta el dí­a que llegó a mi una cadena sin candado,
la ví­spera del despido estaba viéndonos,
así­ fue… lo vio, todo vio.

Mis ojos miraban el suelo
cuando me marchité,
fue cuando caí­ cerca de tus pies,
lloraban mis ojos, lloraba mi boca,
no era sólo lluvia, la tormenta
alcanzaba a hacer temblar el firmamento.

Con tanto viento parecí­as no verme,
fuertemente alcancé a tocar tus ojos del ayer,
pareciera que estabas ciego, inmutable,
sin moverse, me arrancaron de ti.

Vinieron las olas,
tomaron mis manos de tus ojos,
me llevaron entre peces y langostas hasta el mar.

¡Oh! Bello era el mar,
tristes estaban mis lágrimas,
mis alas mojadas,
no podrí­a volar más.

Conocí­ como se nada,
como se conoce el agua,
como en el invierno se halla
la dulzura de la mana.

No habí­a razón para seguir
pensando en el ayer.

Estuve ahí­ por meses,
quizá la manera en que sonaba el reloj no era real,
como quien creyera que no habí­a donde navegar.

Fue así­ como llegué a una playa cercana,
las pierdas llegaban a conquistar mi piel,
era la arena la que tocaba mi antiguo cielo.

Pareciera que brillaba, mis alas se secaron,
mis ojos se mudaron, era entonces cuando
conocí­ el brillo solar, alcanzando
las sonrisas a la eternidad,
es ahora cuando veo…

No he vuelto a regresar, terminé por volar,
ese era mi destino, mi único caminar,
ya no es el querer, sino el deber,
la vida ha de hallar
por mí­ y soltar
el fabricar
en cuento
de amar.

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