Renuncia al deseo en su antesala
Lina Ru
Renuncia al deseo en su antesala
Renuncié a la entrada del deseo, tomé un pedazo de mi esperanza, la inmersé en un líquido primordial que me devolvió la calma, mi cabeza palpitaba, se llenaba de fortaleza. Al fin podía decirle no al momento previo al deseo, no tenía que sentir el baile donde puedo pero no quiero. Resistir el deseo es un recurso finito, pero renunciarlo antes de entrar al ser invadido, es un recurso infinito. No hay debate si debo salir a correr, sólo corro. No hay debate si debo ir a limpiarme la cara, sólo lo hago. No hay debate, sólo hay hacer. Si hay ética en el cuestionario, me detengo, ahí solamente. Si debo reflexionar hay silencio, en un aliento me detengo, Si lo hecho no merece mi querer, lo renuncio. Si lo percibo apropiado, me acuso pero si hago lo indebido, me equivoco. Si es de esas veces que debo mirarme dos o tres veces, me arrepiento, pero nunca cedo. El día que le sigue, cuando me siento a la entrada del deseo, me volteo y veo al pasado en el espejo que dejé atrás. Distingo entre lo debatible y lo que creo debo hacer para sentir en un suspiro la satisfacción de ser lo mejor que puedo ser. En un darse y amarse se esconde la plenitud, si olvido conectarme con lo que soy, caeré al deseo, tropezándome con la tendencia a negarme lo imposible. Pero si a la entrada del deseo llego a decirle: hoy no, mañana tal vez. Y ese tal vez nunca llega, siempre en su orilla, engañándolo en vez de ser el engañado, tocaré lo imposible, al deseo renunciaré, seré capaz de ignorar al deseo, ese que anhela negarme mi cúspide a cambio de banal fugacidad y un cambio de canal.