Silencio y soledad

Silencio y soledad

El silencio embriagador
atrae las abejas encandiladas,
el perfume vaciado en caricias pernoctadas.

Fue mi costumbre el atardecer esperado,
fue mi deshacer mi terreno vaciado,
aquel habitante del circulo bailado
de miel alicorada.

Nos encontrábamos hechizados,
parecí­amos formar la lucha enemiga
esa otorgante de tu suave desertar.

Combinas la luna con el sereno caí­do,
tienes la sombra cantante de mi respirar,
atrayendo el ambiguo,
suspirando el vivo,
seres prohibidos
al festejar los menesteres de su camino.

Delito trasfundente de miel,
condenado a llevarme en su conceder,
parece el dí­a se acostumbra
a ese componer desalentado,
atrayente, exaltado.

Trate de vivir el festejo,
sombra dura de mi espera,
tení­a tu llanto,
tení­a tu cuerpo,
tení­a tu respiro,
pero aún así­,
no te tení­a.

Viví­as en ese, abstracto y asechado,
ese perteneciente a mis noches sin voz,
embelesadas de la miel,
locura de nuestro transitar.

Baja el tiempo,
cae sobre mis pies,
buscando sentido,
no te encuentro,
luchando por tenerte,
te pierdo,
limitando por incrustarte,
te deslizas.

Como si fuera nuestra condena,
vivir sin alma pareja,
sin licor en las venas,
sin empalmes a miel.

¿Dónde caer cuando hay abismo?
¿Dónde respirar cuando hay vací­o?
¿Dónde amar cuando hay olvido?
Diciéndome el último destino
conozco la palabra irritada,
perteneciente a la memoria tiritada.

Es así­ como entre abismo, vací­o y soledades
termino en el goce hiriente
de una vida sin ti,
es así­ como la locura embriagante
se derrama por mis mejillas
y termino en el avión destino,
ese con ida, respiro sin regreso
y un olvido decidido.

Parece que despego,
miro al espejo,
soledad aparece,
pareja de mi asiento,
me recuerda,
sólo nunca estoy.

Ella sigilosa me acompaña.

Tormenta desolada impregna
mi alma de tristeza dorada,
creí­ en la soleada soledad,
dueña de la oblicua,
del alma despejada,
corazón derretido del atardecer.

Llegó el avión bajo,
sincero despido de un ayer,
miel agotada,
ese de los sueños marchitados ahogados
en cenizas y dolor asaltante.

Dime, ¿Dónde está mi hogar?
Vino de casa, ese lugar amado,
Explora, ¿Dónde está el maleficio?
¿Dónde estábamos?,
¿Fuimos? O ¿Fui?
Fueron las lágrimas derramadas
por el sol ahorcando mi piel.

Es el tiempo,
el dí­a del ocaso,
Sin esperanza, ¡No!
quizá sólo la falta de destellos luminosos.
¿Hogar?
Lugar lejano,
perdido sin ti,
pertenecer prohibido
por dos almas en constante persecución,
esa llena de tanta alma y olvido.

No, no habí­a hogar,
lo dejé atrás con la lucha cubierta de hiel,
aguarrás en mis heridas del espejismo futuro,
adiós avión,
camino sin sentido,
sin visión,
hacia el lugar desconocido,
ese habitar hiriente,
por falta de ti,
falta de hogar,
ese nuevo lugar
luchante para comenzar,
vací­o, tendido,
perteneciente al silencio emborrachado de ti,
yo, silencio y soledad.

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